El matrimonio es una entrega total y un compartir totalmente de la persona total con otra persona, hasta la muerte. El propósito de #Dios
es que cuando dos personas se casan deben compartir todo: sus cuerpos,
sus posesiones, sus percepciones, sus ideas, sus habilidades, sus
problemas, sus éxitos, sus sufrimientos, sus fracasos, etcétera.
El esposo y la esposa son un equipo y lo que cada uno hace debe ser por #amor
a la otra persona —o al menos no debe ser en detrimento del otro—. Cada
uno debe preocuparse tanto por las necesidades de la otra persona como
por las propias (Ef. 5.28; Pr. 31.12, 27).
Los esposos ya no son dos sino una carne, y este concepto de una carne debe manifestarse en maneras prácticas, tangibles y demostrables. Dios no desea que sea solo un concepto abstracto o una teoría idealista sino una realidad concreta. La #intimidad total y la profunda unidad son parte del plan de Dios para un buen matrimonio.
El marido y la mujer pueden ser muy diferentes en algunos aspectos, pero no deben permitir que esas diferencias obstaculicen su unidad porque el propósito de Dios para el matrimonio es la unidad total.
Los esposos ya no son dos sino una carne, y este concepto de una carne debe manifestarse en maneras prácticas, tangibles y demostrables. Dios no desea que sea solo un concepto abstracto o una teoría idealista sino una realidad concreta. La #intimidad total y la profunda unidad son parte del plan de Dios para un buen matrimonio.
El marido y la mujer pueden ser muy diferentes en algunos aspectos, pero no deben permitir que esas diferencias obstaculicen su unidad porque el propósito de Dios para el matrimonio es la unidad total.
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